No es raro escuchar que la ISO 9001 no sirve para nada, que limita la capacidad operativa de las organizaciones y que sólo es un gasto y un engorro.
Personalmente no estoy de acuerdo. Creo que la contribución a la gestión y administración de las organizaciones que supone la metodología de gestión por procesos potenciada con el análisis de riesgos es uno de los grandes avances de las últimas versiones de la norma.
El control que proporciona un sistema correctamente implantado basado estos principios y sustentado en criterios de optimización de procesos permite una gestión eficaz y eficiente del mismo consumiendo menos recursos. Además, el continuo ajuste de los indicadores de proceso agilizará el ciclo de análisis y toma de decisiones, llegando incluso a su estandarización, lo que permitirá delegar o automatizar la gestión y recuperar tiempo para invertir en otros proyectos. Con el fin de que el sistema no sea una carga y que no limite la agilidad de las organizaciones, uno de mis principales objetivos al implantar una ISO 9001 es establecer un sistema de registro coherente con el día a día de la empresa y reducir su gestión al control de un pequeño cuadro de mandos que permita tomar las decisiones correctas de forma intuitiva.
